Voy a ir directo al grano porque, si estás leyendo esto, es que ya tienes algún interés en mejorar cómo gestionas tus proyectos en BIM, ¿verdad?
Y seguramente has oído hablar de los famosos sprints, esos bloques de trabajo súper concentrados que prometen reducir tiempos y agilizar resultados.
Pero, ¿sabes realmente cuándo y cómo usarlos para que funcionen a tu favor?
Déjame contarte mi experiencia.
¿Cuándo usar un sprint y cuándo es mejor ir “piano piano”?
Los sprints son como un arma de doble filo. Si los usas bien, te pueden hacer volar, pero, si los usas porque “están de moda,” lo único que conseguirás es quemarte (o quemar a tu equipo) en tiempo récord.
Imagínate tener que terminar un proyecto enorme, con fechas de entrega apretadas y clientes que no paran de preguntar por avances. Ahí, un sprint puede salvarte la vida. Dedicas todos los recursos, fuerzas los plazos y, en un abrir y cerrar de ojos, tienes el proyecto encarrilado. Fácil, ¿no?
Pero ojo, porque el sprint no es siempre la solución mágica. Hay tareas que, aunque metas diez personas en ellas, no irán más rápido. Como cuando quieres que un bebé nazca antes de tiempo… no puedes.
Qué es un sprint (y qué no es)
Trabajar en sprints significa enfocarse de lleno en una tarea concreta durante un tiempo determinado.
No es solo un nombre cool que se le pone a un bloque de trabajo, ni es hacer lo de siempre, pero con otro nombre. Para que un sprint funcione, necesitas meterle un ritmo explosivo, recursos extra y una planificación que no deje margen para desviarse. La clave está en ir al grano y cumplir con lo prometido en ese tiempo tan concentrado.
He visto muchas empresas obsesionadas con “trabajar en sprints” porque lo han leído en algún libro de moda. Y claro, lo aplican a todo, incluso a tareas que requieren más reflexión y constancia. Y ahí es cuando se encuentran con problemas: entregas tardías, calidad mediocre, y el equipo quemado. Esto no es un sprint, es una locura.
La magia de los sprints bien usados en proyectos BIM
Imagina que tienes un proyecto BIM dividido en varias fases, y cada una lleva su tiempo.
Pongamos que cada fase toma 10 horas de trabajo, y tienes ocho fases. Son 80 horas en total. Si trabajas 5 horas al día, tardarías 16 días en completarlo.
¿Qué pasa si decides que esto es un sprint? Pues que metes dos personas en vez de una, dedican 5 horas cada una, y en vez de 16 días, te lo ventilas en 8.
Esto es lo bueno de un sprint: cuando puedes poner más recursos, concentrar esfuerzo, y hacer que todo el equipo esté en la misma página, sin distracciones. Así, puedes tener un proyecto en tiempo récord y con resultados. Pero recuerda: no funciona igual en todas las circunstancias. No todo proyecto es un sprint.
¿Por qué no siempre el sprint es la respuesta?
Hay proyectos BIM que simplemente no se benefician del sprint. Estos requieren algo más constante, como construir una catedral, piedra sobre piedra.
A veces necesitas madurar las ideas, probar soluciones y aprender de los resultados. Por ejemplo, diseñar detalles concretos, coordinar estructuras complejas o probar nuevas tecnologías de automatización. Meterle prisa a eso sería como querer hacer crecer una planta en un día. No funciona, y es así de sencillo.
Aquí es donde entra la constancia. Porque, créeme, en algunos proyectos, la verdadera clave es el trabajo continuo y bien planificado. Y aquí el BIM es nuestro aliado, permitiendo revisiones periódicas y mejoras graduales, pero sin esa presión de velocidad que los sprints demandan. Con constancia, las ideas maduran y los detalles mejoran.
Lo importante: reconocer cuándo hace falta un sprint… y cuándo no
La cuestión no es elegir sprints o constancia como si fueran enemigos, sino entender cuándo cada uno funciona mejor. Si te enfrentas a un proyecto que requiere resultados rápidos y puedes concentrar esfuerzos, adelante con el sprint. Pero si ves que el proyecto necesita reflexión y ajuste continuo, dale espacio para respirar.
Al final, trabajar en BIM es tanto una cuestión de tecnología como de sentido común. No te dejes llevar por modas o términos rimbombantes. Usa los sprints cuando te puedan ayudar a despegar y, para todo lo demás, que tu mejor amigo sea la constancia.
Entonces, ¿qué? ¿Listo para sacarle el máximo partido a tu próximo proyecto BIM?